25 de febrero de 2013

Desechos tóxicos - IT (Eso) - (review)



«Nacido en una ciudad de muertos»
Bruce Springsteen

«Del azul del cielo al negro de la nada»
Neil Young


No termina. El horror llega cíclicamente en forma de payaso a Derry, una olvidada cuidad del estado de Maine. La masacre comienza en 1957 con la muerte del pequeño Georgie Denbrough (hermano de Bill, el protagonista) que muy a gusto seguía el curso de un adorable barquito de papel en su travesía por las aguas estancadas de Witcham Street, durante el auge de una larga tormenta. Nunca nadie pensó (menos su hermano) que encontraría la muerte allí, en la boca de tormenta de la mano izquierda. Pues así fue; ya era demasiado tarde. El pequeño Georgie fue encontrado minutos después de ser asesinado por el peligroso “asesino de Derry”. Por lo menos, eso pensaba la prensa local, las autoridades y la gente del lugar. El cadáver yacía, con su hermoso piloto amarillo, en el suelo. Le faltaba un brazo completo, y sus ojos, repletos de un terror abominable, recibían el agua de lluvia. 

Y allí recomienza el ciclo sangriento. Desaparecen niños de forma misteriosa, que luego aparecen desmembrados de la forma más cínica y horrible posible. Los periodistas de los diarios más amarillistas se reportan en la escena del crimen, y concluyen “otra obra del asesino de Derry”. Los adultos, que en sumo grado desconocen la verdad, se debaten fervientemente sobre el paradero del asesino, pero ellos no saben tan bien como los niños, cuya imaginación (más pura que nunca) ha visto pender una sombra nefasta sobre la cuidad. Perseguidos por un ente indescriptible, se ven en necesidad de refugiarse de algo espantoso. Los grandes actúan esquivos y nadie los ayuda. Asimismo, la ciudad influye negativamente sobre las mentes de los adultos. La historia de aquel sitio esconde episodios truculentos de violencia incomparable. La masacre del Black Spot, la explosión de la fundición Kitchener, la eliminación en pleno centro de la banda de Bradley y los múltiples homicidios de la Liga de la Decencia Blanca (una organización racista y violenta) son retratados en detalle y comprenden los hechos más siniestros del amplio libro histórico de los Estados Unidos. Pero por alguna razón, nadie escucha a los ciudadanos de Derry. La nación completa hace oídos sordos a las noticias sobre ella, y muy pronto la gente se olvida del tema y sigue con su vida. Para los niños, la cuidad goza como de alguna especie de “impunidad asesina”. Se reportan desastres y asesinatos de gran calibre como si se hablase de algo común y corriente. 

En medio de todo este desastre, un grupo de siete amigos, autoproclamados los Perdedores: Bill, Richie, Eddie, Ben, Beverly, Mike y Stan, deciden acabar con el horror de una vez por todas. Cada uno de ellos sufre el terrible avistamiento del payaso demoníaco. El desconocido homicida que irradia una extraña luz. Un ser raro, de sonrisa exagerada y garras filosas como el diamante, que ofrece globos a los niños y toma diversas formas: el poder de transformarse en lo que los pequeños más temen. Se alimenta del temor y la carne humana; aparece, come, se divierte y vuelve a hibernar unos veintisiete años más. Y así el historial de defunción se va acrecentando. 

No obstante, el payaso Pennywise no es el único problema para nuestros héroes. También está ese maldito niño pendenciero llamado Henry Bowers y su pandilla, acosando a cada uno reiteradas veces, de las cuales Eddie Kaspbrak debe soportar la peor cuando le quiebran un brazo.  El padre de Henry, un despiadado racista cuyo único divertimento consistía en arruinarle la vida a un pobre negro en las inmediaciones de su casa, está completamente loco y transfiere parte de su locura al niño Henry desde sus primeros años. Henry, que no sabe hacer nada mejor que molestar a los compañeros de escuela que no se podían defender de su puño autoritario, se va tornando en un monstruo insano a medida que la mano negra del payaso se va posando sobre su hombro y lo utiliza como medio principal para deshacerse de Bill y sus amigos. Cada vez más animal e impío, mata a su padre mientras duerme con una navaja en el cuello y decide usarla con los Perdedores. De esta forma, se ven asediados por el terror, en medio de dos grandes fuerzas que los tienen atados hasta el final del libro. 

A través del álbum de fotos de Mike Hanlon, los Perdedores se enteran del origen del payaso. El espectro del payaso deambulaba por Derry desde tiempos inmemoriales, tal como se mostraba en la extraña foto, que muy probablemente databa de principios del siglo dieciocho. Entonces se aventuran en las entrañas de Derry bajo tierra, atravesando el precario sistema cloacal para encontrarse con el horror final. Al destruirlo, los siete prometen volver a Derry en caso de que Eso retornara. Hicieron un pacto de sangre y así cada uno siguió su propio rumbo, y se olvidaron del asunto, hasta una fatídica noche de 1985, veintisiete años después del incidente. Las seis llamadas, efectuadas por Mike Hanlon (quien nunca olvido gracias a su permanente estancia en la cuidad) por la noche, despertaron en los héroes aquellos recuerdos desesperantes de Derry, que la mayoría ya había reprimido para continuar su existencia. El mensaje era claro, tan claro que perturbo la sanidad mental tan súbitamente que no pudieron racionalizarlo: Eso había vuelto. Stan Uris, el más escéptico de los Perdedores, no puede soportarlo y se corta las venas en la bañera. Más tarde su cadáver es descubierto por su esposa, quien no contuvo el grito que asomaba por su garganta. Antes de desvanecerse, Stan pudo escribir en los azulejos del baño, con su propia sangre, el reflejo de su tormento, el artículo neutro transfigurado en nombre propio:

«IT»

Es así como los Perdedores continúan con un soldado menos, preocupados por el hecho de haber roto el círculo ganador de 1958. Los protagonistas no están seguros de poder vencerlo, no ahora que eran adultos. Se ven forzados a revivir los traumas de la niñez y reintegrar la inocencia, el amor y la amistad a sus nuevas vidas de responsabilidades.

El libro trata con notable sutileza las problemáticas de los niños y los adultos, el choque generacional que se da en cualquier sociedad y que ha sido objeto de discordia de un inestimable número de familias. Para aquellos enanitos, los más grandes siempre serán un misterio; muchos de ellos piensan que están locos y dicen sinsentidos permanentemente. Stephen King relata con gran maestría la regresión irrevocable que experimentan los personajes, recordando poco a poco aquellas aventuras y desventuras que los unieron, que sellaron su amistad para siempre; una muestra cabal de que en masa, los niños pueden lograr todo lo que se proponen. 

La novela es un viaje a las profundidades del aparato cognitivo infantil y como éste comprende el vasto universo. Un extenso análisis de los propósitos y las confusiones de hombrecitos y mujercitas que aún no han alcanzado la madurez, y que por suerte conservan parte de su objeto más preciado: la ingenuidad y la esperanza. Es justamente de estas dos ventajas de las cuales se vale el payaso; así como a nuestros héroes le son tan familiares y preciadas, al payaso les son de gran ayuda para atemorizarlos. Los Perdedores deberán enfrentar sus miedos más profundos: Bill tendrá que desafiar la culpa por la muerte de su hermano, Ben el vergonzoso hecho para él de ser gordo, Eddie deberá hacerle frente a su sobre protectora madre, Bevvie los abusos de su padre, Stan saldrá en busca de un aliciente para su mente racional y deberá pelear contra lo sobrenatural, Mike a aquel ciclópeo pájaro gigante de la fundición y las persecuciones de los brabucones por ser negro, y Richie a aquel hombre-lobo de las películas y su boca floja que le causan más problemas que a ninguno. Todo esto teñido de las injusticias del nuevo mundo, la violencia en la sociedad norteamericana (un tema muy recurrente en sus obras famosas, como Carrie, El Resplandor y Cementerio de Animales, entre otras) y el fantasma de lo desconocido ciñéndose sobre sus cabezas. Para derrotar a Eso, deberán derrotar a Derry. Y eso pareció más fácil por entonces, veintisiete años atrás, y ahora que ya no comparten aquella amistad, destruida ya por el distanciamiento y los deberes cotidianos, las canas que asoman en sus cabellos y las arrugas que se marcan en sus rostros, no están seguros de poder derrotarlo.

A la opinión de muchos críticos conservadores de la literatura, que afirman que S. King es la “hamburguesa con papas fritas” del mundo de las letras, se opone la entusiasta aceptación de los admiradores de E. A. Poe, H. P. Lovecraft y el terror y la ciencia ficción en términos generales. En lo que a mí me respecta, he identificado en este autor estadounidense, una de las mejores cabezas para relatar historias que realmente hielan la sangre en pleno siglo XXI. Tejedor de varios clásicos del terror contemporáneo, King ha sabido crear y dominar un nuevo estilo de escritura amena y fluida basada en el desarrollo frenético del cine de Hollywood, pero permitiéndose a la vez el suspenso que, manejado con rectitud y precisión tan solo como él sabe hacerlo, demuestran que se pueden escribir obras maestras con elementos de la cultura Pop. Un libro altamente recomendable, a pesar de su longitud que para muchos puede parecer excesivo en un principio, pero que no es más que una sensación; al empezar a leerlo, el lector no advertirá que le falta poco para terminarlo hasta que llegue a las 1000 páginas. Indiscutiblemente superior a la película (como siempre ocurre) IT es un señor libro, indispensable en la biblioteca de los seguidores acérrimos del género.