17 de abril de 2012

El Recluso de Evenmarthen

“El caballo siempre habla mi idioma, pero no entiendo lo que dice. Supongo que será porque salgo de su mundo antes de que se acabe de expresar. Seguro que a él le asusta tanto mi repentina desaparición como a mí su forma de hablarme. Daría cualquier cosa por conocer el significado de sus palabras. Tal vez una mañana lo haga y ya no regrese nunca más a nuestro mundo.”      

No hace mucho tiempo intercambié algunas palabras con él en la abandonada prisión de Evenmarthen, situada en un paraje oscuro, algún recóndito escenario de estrellas y ausencia mortal. Su apariencia, que nunca me fue concretamente revelada, no debe ser definida, puesto que las palabras nunca serían las indicadas para referirse a tan monstruosa encarnación del vacío. No obstante, los que me conocen, saben que si bien he de clasificar el uso del lenguaje como un producto inexacto de nuestro largo proceso evolutivo, he de admitir que una lengua bien utilizada es de gran provecho para un delicado empleo en materia de lo extraño.

Ésta es la conversación que con tanto ahínco mantuvimos un día intemporal, que ahora es familiar de la vasta rama genealógica de la eternidad, y que con una poderosa impresión se ha grabado en mi memoria. Trataré de reproducir el coloquio, lo más fielmente posible, sin recurrir a reformas estéticas innecesarias, y con el solo fin de conmemorar la muerte (desaparición) de aquel extraño partícipe:

-Son todas tus preocupaciones un producto vano de tu deseo de vivir. Hasta que no dejes este inútil intento, jamás conocerás la redención –dijo él.

-Pero entonces tú, que nada sabes de las exquisitas recompensas de la vida, no dejarás rastro en el todo, ni el todo dejará rastro en ti. Ex nihilo, nihil. -lo dije con seguridad, no estando al tanto, por ese entonces, de la verdad escondida detrás de sus palabras.

-Mira a tu alrededor ¿Acaso crees que lo que ves es real? ¿No es, acaso, todo lo que piensas, sientes y oyes, un engaño de los sentidos? ¿No es el aparato sensorial humano una herramienta mal empleada por la cual los hombres se equivocan? En la divina proporción de la materia se debaten constantemente las fuerzas de la vida y la muerte; lo que está vivo no está muerto y viceversa; esta es la base de todas tus preocupaciones, la razón del malestar sufrido por el que da la vida por la vida. El miedo a lo desconocido, lo que nos es ajeno, y lo familiar, el linde entre dos esferas tan radicalmente opuestas; al ingresar a una, te costará volver a la otra. La única verdad es que la verdad es relativa, esto no puede cambiarse. La nada te incitará a que dejes a un lado tus sentimientos, no son más que una patética excusa para seguir sufriendo en un mundo de mentes insanas.

Las singulares divergencias personales, las vivencias, en tanto se ven afectadas por un contexto (en el mundo terrenal), llámese social, cronológico o político entre otros, causan efectos irreversibles en la psiquis humana, resultando en un complejo sistema ideológico: el conformante de la personalidad. Esta y cada una de sus extravagancias, irrepetibles en mayor grado, provocan el enfrentamiento consciente entre individuos, y como consecuencia, se va estimulando en los espíritus de toda clase un fuerte sentimiento de odio hacia el otro: ese ser diferente.

No eres capaz de comprender cuan ridícula es esta interfaz humana y sus impactos resultantes en la conducta, hasta que te encuentres en una situación límite. Es ahí cuando reconocerás el torpe accionar de los vivos. Cierto es que de la nada, nada se obtiene, como bien has dicho, pero es gracias a ella que el que está vivo está en derecho y posibilidad de obnubilar todo vestigio, tanto de placer, como de enfermedad, dolor, padecimiento, odio y apatía. Nada más que la nada misma redime tan eficientemente como ningún otro objeto mundanal. Se extrae de esta adorada musa, la vacuidad requerida para dejar de ser.

-Te equivocas en tus desbocadas afirmaciones. Lo que jamás ha vivido, jamás ha de saber lo que implica estar vivo ¿Has sentido tú, alguna vez, amor? Ese sentir tan floreado y embriagador, lo que todo lo puede, lo que es más fuerte que ese odio del que tanto te llenas la boca. No debes justificar la muerte con la tristeza, porque de ella uno se sobrepone, gracias al amor, para volver a ser feliz una vez más.

-¿Cómo te atreves a proferir semejante palabra? ¿Acaso insinúas que puedes ser feliz? He aquí, el error máximo de tu degenerada especie: la creencia de que se puede, y se debe ser feliz. Tal cosa no existe, sino en tus más utópicos ideales. No son aplicables a la realidad, tal como se nos presenta ¿Cómo explicarías sino, la infame cantidad de almas tristes? ¿Qué no te ha enseñado la vida en sociedad, en conjunto con tus experiencias, que en el mundo de lo material coexisten las injusticias, el desamparo y la miseria? El orden se debate contra el caos; ese caos de la oscuridad, y ese orden del hombre: el encargado de subdividir, discriminar y subordinar a los de su misma especie. No todos los hombres están en igualdad de condiciones, esto da lugar a sentimientos de odio e ira irrefrenable, que no hacen más que convertir el paso por la tierra de los hombres en un amargo derrotero que parece nunca terminar, llevando a varios a considerar formas drásticas de acabar con ese destino de caminante sin rumbo. Los que se sobreponen a este suplicio, no son más que detestables ejemplares de cinismo, cuya locura raya en la sanidad (por más contradictorio que suene), en un estado imperturbable del alma, que suele responder al nombre de ataraxia. Ellos mismos, los imperturbables, se han hecho con metodologías de negación y desviación para no someterse al sufrimiento. Estos métodos son su más preciado artilugio defensivo, y es en vano mencionar que, a pesar de su llevadera aplicación, estos hombres tampoco conocen la felicidad ¡Si se trata de un simple invento! Lo mismo ocurre con lo que ustedes llaman amor, que alude a una capacidad en todo ser vivo de brindarle afecto al otro. Esto no solo es mentira, sino que tomando como ejemplo a un individuo de cualquier especie, verás que el único amor del que es capaz de experimentar es el amor propio, la auto-estima, cosa que la sociedad hace ver en el sujeto como un simple egoísmo. Este egoísmo, por más subestimado que sea en estos tiempos, es el motor que mueve al hombre y refuerza su voluntad e instinto de supervivencia, y solo en ciertas ocasiones, y por placer propio (en el caso del hombre) se acude a la reproducción sexual, que no precisamente implica un sentimiento afectivo para con el otro. Solo por sí mismo el ser vivo se vale, y para dejar descendencia, un acto puramente instintivo. Concluimos, entonces, que el amor al prójimo propiamente dicho no es más que una fábula, un circo, un cuento de hadas. Se trata de uno mismo, tu recorrido en soledad por un sendero sin sentido, en conocimiento de la muerte, que algún día llegará, inexorablemente. Acéptalo, la nada es tu salvación.

Las rejas de la antigua prisión de Evenmarthen, corroídas por el oxido, el pasar del tiempo y las fuertes lluvias, lucían fantasmales por medio de la platinada luz de luna que bañaba los contornos, los mismos que sugerían un rigor matemático casi imperceptible, pero que en todo aquel tabernáculo de lo insólito se me hacía claro como el cristal.  A raíz del coloquio, me sentía un tanto nervioso e irritable. Comenzaba a perder el juicio. Notabase en él una metamorfosis gradual que fue aumentando en función a la intensidad de nuestra reyerta. Su voz se iba evaporando de la continuidad del espacio, como un pájaro que se aleja en pleno vuelo de un árbol que alguna vez pobló un desierto valle gris. No me sorprendió en ese momento, me había impresionado sobremanera que con su tono tan débil todavía pudiese hablar; ya había mostrado anteriormente signos de debilidad. Quizás está enfermo, pensé.

En frente mío, las sombras de los muros y los rayos echaban oscuridad a la presencia… su presencia, cuyo timbre se iba tornando cada vez más agudo, hasta tal punto que su férrea determinación al hablar se apagaba a la par de la luz de luna.

-He decidido seguir viviendo hasta las últimas consecuencias. No puedo dejar la envoltura de la carne y la convivencia aquí con los vivos por la mera excusa de estar sufriendo. ¡Pero que justificación más impertinente! ¿Qué sería de mis seres queridos si se me ocurriera gatillarme la sien sin razón aparente a sus pobres ojos inocentes?

-No tienes seres queridos. ¿No sabes que estás solo? Siempre lo has estado. Nacemos en soledad solo para morir en ella, e inmortalizarnos en el vacío, mas no en la historia, que para eso debes ser un cumplidor y acérrimo amante de la humanidad, o un loco desquiciado.
-¡No es cierto!- grité con todas mis fuerzas- ¿Qué sabes tú de mi, un ser vivo? ¿Eh? ¿Qué sabes tú de amar, sufrir, reir, llorar? ¿Qué sabes tú de estar acompañado? ¿O de estar solo? ¡SI EN LA NADA, NO ERES NADA, NI LO SERÁS NUNCA!
….

….

….

Silencio. No recuerdo que tan largo fue, si bien por mi la conversación podría haber empezado desde el final y haber terminado en el principio; nada era mensurable ni ordenado.

Y a partir de ese momento experimenté un horroroso escalofrío que me recorrió la espina en cuestión de segundos, dejándome completamente fuera de foco, estallando en mis ojos un horror fatal que vino a torcer la concepción que de aquel ser yo poseía. Pude advertir en la vibración de su voz un dejo de hostilidad. ¡Pero que horroroso tono! Hasta entonces no creía que fuese capaz de sentir ira, pero debió haber mutado algo en su espíritu, y no se oía para nada amigable.

La plena lucidez me fue volviendo tan paulatinamente, que apenas pude escuchar lo último que dijo. Un enojo trastornado asomaba a través de sus palabras, cegando todas mis facultades.

-Si vamos a conversar, más vale que te manejes con serenidad; de lo contrario, me veré obligado a dar por terminado nuestro encuentro. Con respecto a la soledad, he de informarte que mi padecimiento no debería serte tan ajeno como tú crees. En la nada no hallarás compañía alguna más que las voces llenando el vacío de los muertos. Un aislamiento apacible, donde podrás contemplar, por medio de un silencio atronador, la verdadera naturaleza del cosmos; el que es representado por los vivos gracias a una habilidad peculiar para captar impresiones del medio externo, encadenadas a la ley de causalidad, los conceptos conforme a las leyes de la lógica del entendimiento humano, las partes de la intuición conforme al orden del espacio-tiempo y los actos, voluntarios conforme a las leyes de la motivación, que a su vez conforman la fuente y razón de la existencia de los cuatro ordenes distintos de representaciones: el devenir sensible, el juicio, el ser como objeto de intuición y la voluntad. Lo que se llama materia no es sino causalidad pura, la ley del entendimiento que nos obliga a unir nuestras representaciones. Pero piense que la nada responde a otro orden, que no es pura causalidad, sino que ha sido parte vital de la existencia, y que en ella todas tus inútiles representaciones pierden toda validez. No consiento el engaño humano, lo que ustedes ven es un sueño sin sustancia, un fantasma errante indigno de valor, y el papel que juega la voluntad es también un engaño, por lo que ni siquiera hay pluralidad en ella. No obstante, la nada es la nada, y no existe objeción alguna al respecto, ya que las partes que en ella actúan nada son y nada serán, por toda la eternidad (que, a propósito, es la nada del tiempo).
Después pareció que la voz se extinguía. A su último punto no pude objetar nada; a pesar de ser este un macabro idealismo, había razones para sostenerlo.

Finalmente comprendí las terribles revelaciones de aquel lenguaje sombrío. Una voluntad inscripta en las ranuras del pensamiento donde la conciencia de ser se vuelve de a poco en una inconexa manifestación de imágenes varias, para imponerse la de mera situación. La idea de entidad se confunde con la de lugar. Y entonces todo es vacío.

De las sombras, surgió una fría masa ventosa, una nebulosa invisible, pero amenazadoramente clara a mis ojos mortales. Aquí, en tierras lejanas y ascendentes, madre tierra donde nadie es nadie y nada es nada, mi anfitrión se vio despojado de todas sus facultades, evaporándose junto al blanco halo lunar. Y yo…. Indefenso… ¡Todo este tiempo hablando con nadie! ¡La Voluntad Inerte!