19 de diciembre de 2018

Agua y Tierra


La belleza se puede encontrar en los objetos más cotidianos, al menos eso creo. El olor de la tierra bañada por el rocío matinal; la puesta de sol; un consuelo amistoso que alivia el llanto del alma o simplemente cosas u objetos al alcance de la mano: un cuadro, un libro, el muro o la bóveda celeste… O un mate, por qué no? Ya sea de calabaza, madera o forrado en aluminio, contiene todas las bellas simetrías de la creación. ¿Por qué pensamos que la belleza solo se encuentra en los claros fondos de unos ojos azules o una tez blanquecina como la nieve? La adorada musa tiene varias formas, por lo que se muestra, como principio y régimen del todo, tanto en lo simple como en lo rebuscado, en lo humano y lo animal. Si te detenés frente al mate por unos minutos, para escrutarlo con cuidado, y dejar que penetre por completo en tu ser, sabrás detenerte ante el reflejo de tus manos sobre el cromo platinado. Si es de madera, probá repasando los dedos por la cintura delgada y, sosteniéndolo firmemente entre pulgar e índice, notarás la suave textura del algarrobo. Ahora quiero que dibujes con las pupilas imágenes sugerentes y curvadas sobre el marrón, que es el color del barro, que es agua y tierra, y son amantes naturales.

Quiero que estires el pulso y llegues hasta la bombilla. Que las curvas cromadas sirvan como el tobogán de tus yemas, que te catapulten, soberbias, hacia adelante, y te hagan retroceder, cautelosas, para observar el verde de la hierba que se vierte en el interior, allí donde se unen los pies de la bombilla y el agujero solitario y oscuro de su lecho. Quiero que tomes el agua y la viertas sobre el verde. Detente ahí, justo cuando la árida llanura se hincha, expande y reposa luego de entrar en contacto. Esta es la atracción principal. La ola que rebalsa y supura el alimento. La espuma brillante que surge por los bordes y el centro, y notarás que el néctar que burbujea ya te ha devuelto el apetito. Ahora te relamés los labios, pero no se trata del hambre del estomago, sino de un apetito sensual. Es el deseo del universo y el síntoma. El que nace, se multiplica y asesina la indolencia. ¿Cuántas noches solitarias han pasado desde la última vez que deseamos? No llevo la cuenta, porque me lastima. Es como revolcarse en el dolor, exasperado, como el recluso que cuenta los días que anteceden a la ansiada libertad. Hemos esperado mucho y deseado poco estos días. Hemos desistido, el dolor se ha convertido en apatía, y la apatía en abatimiento. Hemos visto pasar el día y la noche. Hemos preguntado, hemos respondido, hemos estado y soportado, pero de nosotros nos hemos olvidado. Pero mejor no pensarlo. Mejor permanecer de pie hoy, callados, esta noche, contemplando el brebaje preparado.

Quiero que olvides las cosas que te pesan, las cuestiones que te amargan y las preocupaciones que te atan. Soltálas. Dejalas caer. Y acerca la boca al mate, para poder respirar de una vez. ¡Respira ya! Y olvidate de tus penas. A respirar el aire de la noche y que en solitario se funda el mundo contigo, y que ya no seas uno solo, sino uno solo con el mundo. Acercate a la bombilla, para poder respirar, a tomar del agua en la madera, del barro que es vida y también agua y tierra, que son amantes naturales.

3 de octubre de 2018

Sin título

Piso el cemento empolvado
de los pasos que doy, aquel mi desencanto
con mi mundo está peor
porque sueño con sirenas
Y las encuentro plebeyas
entre tanta querella
me pierdo en aquel esplendor
de angustia y de dolor
Son mis penas a ciegas
que con mano temblorosa tantean
en busca de la hermosura y la belleza
la que no se entrega, la que se muda
y me lastiman sus asperezas


Tiene dientes de león
Y me muerde el corazón
Cada vez que torno la cabeza
buscándola sin razón
porque de ella no tengo derecho
me siento débil y maltrecho
por lo que Dios me prohíbe:
el disfrute, la infancia 
y de aquel sol apacible
que son el pasado y tus fragancias


Yo de tu carne no me olvido
tu vientre y tu pecho florido
tus curvas y su recuerdo
ahora me dejan demolido
porque las toco en la silueta
de mi cama, y tus muecas
de la cara me tienden la trampa
de tus besos que he perdido
un habitante de la nada, eso soy!
como me tiene atrapado tu ausencia de hoy


Los dientes tiene de león
Esta angustia que me muerde el corazón
La lastimera pena en desazón
Y el disfrute de tu senos
que ya no busco con razón
porque de ellos he perdido el derecho, amor
débil y maltrecho
maldigo las mieles de mi infancia,
aquel sol apacible
de tus morenos cabellos
y delicadas fragancias

14 de febrero de 2018

El fin de la infancia - (review)


"¿Cuánto hubiese durado, pregunto, la carrera de Hitler como dictador de Alemania si una voz le hubiese susurrado constantemente al oído? ¿O si una única nota musical, lo bastante alta como para borrar todos los otros ruidos e impedirle dormir, le hubiese traspasado el cerebro dia y noche? Nada brutal, como ve. Sin embargo, en última instancia, tan irresistible como una bomba de tritio" 

- Supervisor Karellen

Lanzamiento del hombre a la luna. Las grandes potencias científicas divididas entre la U.R.R.S y Estados Unidos. Konrad Schneider y Reinhold Hoffmann compiten por quien será el primero en llegar al satélite inexplorado de la Tierra, que esperaba al hombre con grandes riquezas meteóricas: una nueva atmósfera rocosa y la maravillosa vista de su madre, la bola de agua y niebla que albergaba a miles de millones de humanos expectantes. Los motores se encienden. Reinhold se siente inseguro. “Seguramente ellos ya están en la Luna. Quien no lo hubiese logrado ya con todos los recursos de la Unión Soviética al mando de Schneider?”. En la noche tropical de la isla de Taratua a orillas del Pacífico, meditaba sobre la genialidad de su rival. Descartaba con la imaginación de un científico perspicaz empleado concienzudamente en lo que podría o no estar haciendo Schneider. Lo que no sabía era que su rival, al otro lado, en las costas del Baikal, se hacía las mismas preguntas. Y entonces como toda buena crónica de extraterrestres, el espacio irrumpe en los asuntos internos de este diminuto planeta. Mientras los dos científicos se entregaban a rudas meditaciones sobre la grieta de Occidente y Oriente, unas naves de tecnología avanzada bajaban desde las profundidades de los astros hacia el Columbus, la nave de Reinhold. El estruendo de los propulsores al aterrizar los dejó estupefactos.  Un estruendo de bienvenida, que Schneider también percibió. En sus respectivos puntos, supieron que habían perdido la carrera. “No por días, meses o unos años, sino por milenios” pensaron sombríamente al unísono. El Columbus, entre andamios fulgurantes, listo para despegar, se veía ahora, en comparación con esas bestias de la propulsión estelar, como una patética canoa paleolítica.

“La raza humana ya no estaba sola” concluye el prólogo de “Chilhood’s End” (1953), novela del autor de “2001, A Space Odyssey”, inmortalizada por el neurótico Stanley Kubrik en el cine, y “Cita con Rama” (1973), que le valió un premio Nébula en el mismo año y el Hugo Award en 1974. También colaboró en  otras producciones con Stephen Baxter, autor de “The Time Ships” (1995), y Gentry Lee, que lo ayudó a continuar la serie comenzada e “inconclusa”, según la recepción de los fanáticos, de Cita con Rama. Puede colocarse dentro de la llamada Hard Sci-Fi, junto con Asimov, y de contrapunto con Ray Bradbury, que se concentra más en las intrincadas relaciones humanas con los aparatos del futuro. “El fin de la infancia” es, según el autor, una de sus mejores novelas.


Argumento principal: Los Superseñores llegan a la Tierra


Aquella fatídica noche indica el comienzo del reinado de los Superseñores. Quien es esta raza de seres espaciales y que quieren hacer con nosotros? Es la pregunta que se agita en los corazones humanos. Lo primero que se nota del porte físico de estos seres es su colosal tamaño. La única voz que los ciudadanos podrán escuchar durante los siguientes cinco años es la del supervisor Karellen. Este es el personaje intrigante de la novela. En apariencia no difiere de los otros Superseñores, pero en cuanto comienza a hablar, su magnetismo discursivo hipnotiza a las grandes poblaciones. Karellen maneja con notable destreza el inglés y sus formas discursivas de liderazgo. Este Superseñor, cultivado en las costumbres y las culturas de los hombres, da a conocer más adelante estar interiorizado en la historia y la psicología. Los cerebros más despiertos concluyen satisfactoriamente que el supervisor lleva años estudiándolos.

Este párrafo describe sus habilidades: “Y en el sexto día, Karellen, supervisor de la Tierra, se hizo conocer al mundo entero por medio de una transmisión de radio que cubrió todas las frecuencias, Habló un inglés tan perfecto que durante toda una generación se sucedieron las más vivas controversias a través del Atlántico. Pero el contexto del discurso fue aún más sorprendente que la forma. Era, desde cualquier punto de vista, la obra de un genio superlativo, con un dominio total y completo de los asuntos humanos.” (pág. 22, edición 1978 de Editorial Minotauro).

Los Superseñores comienzan la primera fase de su plan. Instalan sus enormes naves en cada una de las ciudades importantes. Sobre las cimas de los rascacielos de Nueva York, Londres, Madrid, Berlín, Ciudad del Cabo, Moscú, se yerguen las sombras de los increíbles aparatos de navegación. La humanidad se conmociona, pero no hace nada. Karellen ha prometido prosperidad y paz eterna para la raza humana. Se atribuye la salvación de unos pobres tontos que, de no ser por su intervención, ya se habrían pulverizado entre interminables guerras atómicas. En esta primera fase, Karellen despliega algunas de sus habilidades. Una de las ciudades, en un acceso de ira militar, intenta bombardear la nave. Ante el estallido de humo y polvo, que lentamente se va disipando, los alterados hombres comprueban que aquel montón de hierro y propulsores sigue suspendido en el cielo, reluciente e impoluto bajo la luz del sol, como si le hubiesen hecho apenas unas inofensivas cosquillas. Karellen piensa en un castigo. Los ciudadanos entran en pánico. “Nos van a destruir” piensan, pero el supervisor los sorprende. Se limita a dar una fecha y una hora. Llega la hora y el sol se ve aplacado por dos enormes barreras de energía que tapan las irradiaciones de luz y calor. Dos días enteros de total oscuridad, un castigo de dos noches casi eternas. Finalmente Karellen retira las barreras de energía, y los mismos ciudadanos, impetuosos hace unos días, quedan reducidos a unos cuantos insectos intimidados. No vuelven a repetir el ataque.

Ante el desconcierto general, se van construyendo mitos sobre la procedencia de los Superseñores y el aspecto que resguardan tras la oscuridad de sus navíos. La renuencia de Karellen de revelar su apariencia física preocupa principalmente a la población, pero aún más a los Wainwright, una procesión religiosa que escupe sesudos anatemas y advertencias sobre la naturaleza “diabólica” de los Superseñores. La prensa se divide en dos facciones, los que están de acuerdo con el plan íntegramente de los Superseñores de gobernar la Tierra, y otra facción más combativa y escéptica que sostiene que esconden maliciosas intenciones. Karellen les demuestra, con el lento paso de los años, que nada hay que temer, pero confiesa en un discurso popular que “no iba a revelar su apariencia hasta dentro de cincuenta años, cuando la Edad de Oro comenzara”. El único intermediario de Karellen y los hombres, Stormgren, está decidido a revelar la identidad del supervisor cueste lo que cueste. Lleva una potente linterna a la última reunión, pensando en proyectar el haz de luz directo a su oscura cara. Nadie sabe que logra recuperar de ese arriesgado movimiento, y nunca más se vuelve a mencionar al personaje en la novela.


La Edad de Oro


Cuando los hombres se acostumbran a andar por la calle con los Superseñores, cincuenta años después del descenso por las costa de Taratua, todo parece fluir hacia la segunda fase del plan. A raíz de la intervención de Karellen, el comercio y la economía se habían vuelto autosuficientes, los hombres gozaban de bienestar físico y económico, no había pobreza, delincuencia ni guerras. El bienestar se transformaba ahora en un mal mayor: apatía y aburrimiento. “Los hombres habían perdido a sus antiguos dioses, y ya estaban viejos para no necesitar dioses nuevos” (pág. 84). Las antiguas proezas del cristianismo ya no conmovían a nadie. Las palabras “divinidad”, “cielo e infierno”, “castigo divino”, “herejía”, “redención”, “apocalipsis” no tenían sentido. Eran signos vacíos. Y este declive ideológico, paradójicamente, es el inicio del declive científico. Había muchos técnicos especializados en distintas áreas, pero el picoteo de la curiosidad, tan vital en las generaciones del siglo XX, había desaparecido junto con la idea de “progreso tecnológico”. Los terrícolas pensaban: Para qué molestarse en adelantar invenciones de la ciencia si nuestros propios gobernadores han llegado a la cima y nos entregan todos sus conocimientos?”. No es así en realidad, Karellen sólo aporta un pequeño fragmento de la sabiduría de los Superseñores; el acotado y necesario aporte tecnológico para garantizar la prosperidad y la paz.

El cambio más radical y preocupante, que aporta parte de la idea del nombre de la novela, ocurre con el arte:

“El fin de las luchas y conflictos de toda especie había significado prácticamente el fin del arte creador. Había millares de ejecutantes, aficionados y profesionales; pero, sin embargo, durante toda una generación no se había producido en verdad ninguna obra sobresaliente en literatura, música, pintura o escultura. El mundo vivía aún de las glorias de un pasado perdido.”

Podían los Superseñores apreciar el arte de todas formas?


Jan Rodricks planea algo


Un joven científico inconformista aparece en la fiesta que organiza su cuñado, Rupert, ahora felizmente casado con su hermana, Maia Rodricks. Casi al final de la velada decide tomar aire fresco en la terraza. Al pie de la baranda, observa las estrellas y el profundo oscuro del espacio. Diviza a lo lejos la nave de los Superseñores, que va y viene a través de los astros. “Debe tener propulsores en todas las partículas de la nave” dice para sus adentros. Está fascinado con esta rareza del diseño aeroespacial, pero no logra descifrar los principios científicos que la guían. La tecnología de los Superseñores era algo desconcertante. Se autoproclama definitivamente derrotado. Aburrido de su vida y sus investigaciones superfluas (tal cual él las juzga), se reprocha incompetencia y una vida sin sabores. Está en plena Edad de Oro. La curiosidad científica ha disminuido. Pero en esa fiesta, viendo esa nave acelerar sus partículas a la velocidad de la luz, recobra parte de un antiguo legado secular: la curiosidad por lo desconocido. Se siente renovado con una nueva misión, descubrir a qué ignota región del espacio se dirige esa nave y qué contiene. Que misterios encierran esas paredes de hierro? Tendrá un panel de control? Si es así, como es? Es controlada por Superseñores o es automática? Que lleva adentro? Jan se arriesga el pellejo para averiguarlo.

A través de los amplios medios de su cuñado, Rupert, se embarca en un submarino rumbo al Laboratorio S2, ubicado en el fondo del lecho del mar. El hombre a cargo del laboratorio submarino, equipado con complejos aparatos de investigación marina, es el profesor Sullivan. Rupert los introduce y luego desaparece. Aquí, en esta madriguera subacuática, Jan le confiesa su interés en descubrir la terminal espacial de la nave de los Superseñores. Sullivan, dedicado enteramente a sus ballenas y calamares, acepta darle una mano en un viaje previamente programado con Karellen para llevarse a su planeta natal un ejemplar de ballena. El trato es el siguiente: Sullivan lo ayuda a invadir la nave con la ballena, y Jan descubriría las maravillas de un nuevo horizonte interplanetario. La idea tienta a Sullivan, quien piensa que quizás encuentre otras especies marinas. Acepta ayudarlo, pero a quien deben engañar es al mismísimo Karellen.


Estilo narrativo


La prosa de Clarke es amena. Tiene un agradable balance de narración directa, intercalada oportunamente por diálogos ingeniosos. No nos encontramos con la pluma sentimental de Bradbury, ni los diálogos entre personajes desinteresados de la ciencia tienen ese tinte absurdo y sintomático de la existencia. Todo lo que Clarke escribe tiene un riguroso carácter científico y, hasta incluso en algunas ocasiones, artificioso por su excesiva espontaneidad en las observaciones técnicas de olores de químicos, funciones de integrados y circuitos, etc. Pero eso podría simplemente tratarse de que la mayor parte del plantel de personajes tiene o comparte alguna curiosidad científica con otros, si no se trata directamente de alguien relacionado pura y exclusivamente a la labor científica. Así lo vemos tan fuertemente ligado al estilo narrativo de Asimov, pero con una pequeña diferencia: su nacionalidad. Es curioso, pero es inevitable no advertir los temas recurrentes que han obsesionado a los ingleses en la literatura. Uno de ellos es el concepto de decoro, de modales y de la horrorosa pesadilla de que a uno lo malinterpreten. Clarke les adjudica buenas intenciones a una pandilla espacial. Y a pesar de las tantas facciones opuestas a los Superseñores, la buena y pasiva predisposición de los humanos, en última instancia, para ser gobernados por una raza exterior, parece muy digna de un gentleman ingenuo. Si el libro hubiese sido apalabrado por un autor estadounidense, seguramente la testarudez de los ciudadanos de cara a una fuerza superior habría resultado sorprendentemente más prolongada que los cortos cincuenta años que pronostica Clarke. Pero ello no le quita disfrute a la historia. Lo importante es saber que uno se encuentra frente a un escritor europeo. Hay que despojarse de las ironías dialógicas de la literatura americana y del lúcido sentido de la tragedia de la estupidez y la violencia, mayormente visible en este amplio continente. Un párrafo de la página 81 arroja una luz a este apartado de la escritura ideológica europea. Hablando de los profundos cambios de la Edad de Oro, Clarke escribe lo siguiente sobre la delincuencia, y en la última frase está la clave:

“Los crímenes pasionales, aunque no habían desaparecido, eran muy raros. La mayor parte de los problemas psicológicos había desaparecido, y la humanidad era mucho más cuerda, y menos irracional. Y aquello que en otros tiempos se hubiese calificado de vicio no era más que excentricidad o, cuanto más… Malos modales.”

Está de más decir que una sociedad acomodada y provista de mejor educación está muy lejos de mostrar signos de ser inerme contra problemas psicológicos, sino todo lo contrario; y es especialmente curioso como el autor relaciona estar cuerdo con ser más racional. Y finalmente, y no menos importante, la excentricidad y los “malos modales”. Los modales y el decoro preocupan especialmente a los ingleses desde la literatura victoriana y preromántica. Es un tópico que los obsesiona y forma parte integral de su sistema de creencias. Cuando uno se acerca a un escritor inglés, no puede dejar de tenerlo en cuenta.

Más allá de toda crítica teórica que pueda hacerse al autor británico, su estilo de escritura es musical y fluido, y esto es lo importante, lo que hace a un buen novelista: como maneja la tensión del relato, que tan fluido transcurre el asunto, y la vida de la que es capaz de dotar a sus personajes de tinta.


El fin de la infancia y sus misterios


Que quiere decirnos Clarke con este título fatalista? Que rostro informe esconde Karellen tras su máscara de misterio? Que intenciones oculta esta raza, y por qué se muestran tan benevolentes en cuanto al progreso humano? Que le ocurre a Jan Rodricks, viajando en camino a un planeta desconocido? Es descubierto por Karellen? Cuál es el destino que le aguarda en aquel lejano planeta? 

Lo que más nos intriga, y que creo que no deja respuesta, es la naturaleza y origen de los superiores de los Superseñores. Así es. Karellen sirve a alguien superior a su labor. Quien es este ser? Es uno o varios seres? Que es lo que quiere con los humanos? Los observa por pura diversión? Los estudia? Que tan poderoso es? Sabemos que es lo suficiente como para tener como subordinado a una de las figuras más misteriosas y desarrolladas del espacio exterior. Si Karellen le teme a este ser, y los humanos le tememos a Karellen… A quién sirve esta prodigiosa raza? Lo invito a descubrirlo en la lectura.